La culpa es de los dioses

E. Ferreira Leonís

eldiadezamora.com

    

“Mientras los dioses no cambien, nada habrá cambiado”.

R. Sánchez Ferlosio

Cualquiera siente la necesidad de alcanzar el porqué de todo lo que acontece a nuestro alrededor. Resulta obvio que un suceso se sustente en esa relación causa efecto que la ciencia dispensa pero que algunos hacen tambalear contrapuesta a posibles motivaciones elevadas por razones sobrenaturales.

Me desconcierta ese lamento incomprensible que profieren quienes se apartan de sus creencias religiosas cuando hacen culpable de su desdicha a Dios, a quien se dirigen como el que todo lo puede y por tanto también es dedo ejecutor de cualquier catástrofe. Es hoy, en este avatar colmado de incertidumbre, en el que afrontar una “nueva normalidad”, es hacerse a un océano de tesituras por explorar. Muchos exhortarán el aliento divino para bandearse en las repentinas olas que nos traen y llevan como marionetas pioneras de un teatrillo de lo más dadá. Y encojo mis hombros, frunzo mi ceño y averiguo….un padre quiere lo mejor para sus vástagos….un padre te acompaña en esos recorridos amargos y te ayuda a echar algo de almíbar en ese trago corrosivo de lo inesperado, para sufrir contigo y esperar a tu lado sensaciones mejores. ¿No es ese tu Dios entonces?

Otros se declinan por descubrir  a un Dr. Strangelove, hilarante versión de Kubrick del científico loco; un chiflado desafiando las leyes de la naturaleza para abandonar toda humanidad, sembrando de horror universal cada una de nuestras existencias. Más allá de la visión constructora que hemos de apreciar de la ciencia, existe un epicentro donde se abrió paso el germen del mal que nos ha desprovisto de nuestra libertad, seguridad y salud, allí donde algún investigador enajenado se dejó llevar por los efluvios de la gloria y -conspiran algunos- acabar con el bienestar de una sociedad decaída en su conformismo consumista o quién sabe si auspiciado -cavilan otros- por potentes empresas que solo respiran el aire del beneficio económico mancillando toda percepción natural del devenir acostumbrado en los niveles más corrientes  de sus coetáneos.

Luego aflora por las redes, que atrapan las horas envolviéndolas una sobrepuesta a otra en el olvido de nuestra escalera de tribulaciones, la culpabilidad que arrasa porque nos hace cómplices a todos. La responsabilidad pesa sobre una sociedad que poco a poco “evoluciona” hacia territorios de lo impropio para sentirse aclamada entre baratijas, sin respeto a su propia condición. Y entonces rescato esta idea: “…la desenfrenada colonización de territorio virgen para usos industriales…”, porque el hombre no se conforma de manera discreta consigo mismo, cada vez más aprecia su existencia rodeado de tronos y coronas que alumbren sus huellas más allá de lo íntimo que realmente le sustenta y que tiende a empañar con fruslerías que se evaporarán en un punto limpio… para poder volver a llenar el armario de almohadas bien ahuecadas… Nuestro ecosistema sufre un reventón cuya vorágine despierta otras relaciones: la búsqueda de otros huéspedes que en su somnífera conformidad acaban despertando a una pesadilla.

Cada cual que escoja la razón que mejor le deje abandonarse al sueño cada noche o, por el contrario, aquella que impulse su alarma  para revivir otras inquietudes:

¡Artemisa sufre la veleidad de los mortales y Hermes aprovecha ese resquicio para conducir nuestras almas a la Fuente del Olvido… pero siempre estará Orfeo para recitarnos el camino hacia el álamo blanco y así poder recordar que más allá de la culpa está la enmienda y la lucha por  ser de nuevo en otras rutinas más considerados con nuestra esencia!


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